Ejemplos de amor a Dios

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Oración de arrepentimiento de Kisehel

Terhad lleno de amor

Oración de arrepentimiento de Kisehel

De modo que los dos se dirigieron allí donde los siete todavía estaban echados al suelo. Pero conforme la Voluntad de Dios se detuvieron my cerca de ellos desde donde podían oír a Kisehel que, todavía en el polvo, estaba rezando en forma de un monólogo:

«¡Oh ínfimo y mísero pecador que soy –– y lo que he hecho! En mi infinita insensatez he presumido ante Dios porque la tomaba por una sabiduría lógica a la que casi adoraba en mí mismo...

Pero su Misericordia me presentó una chispa de su Sabiduría infinita que en los tiempos primordiales hubo ordenado el cielo y la Tierra, y que también a mí ––un gusano lleno de ingratitud y de desobediencia–– me ha dado una existencia milagrosa.

He aquí, ¡ahora me tenéis en el polvo, totalmente impotente!

¿Qué habría resultado de mí, si Él me hubiera presentado algo más que una sola chispa de su infinita y eterna Sabiduría inescrutable?

¡Me habría quedado aniquilado instantáneamente como si nunca hubiera existido!

Pero su Bondad inconmensurable, su Amor infinito y su Misericordia ilimitada me perdonaron mi descaro increíble. En vez del aniquilamiento instantáneo que durante toda mi vida he merecido cien veces por cada momento de mi existencia, Él me perdonó mi culpa indecible y me mandó aquí, para que le buscara y reconociera en mi interior, y que después volviera a Él...

Pero yo, el pecador más indigno –– ¿y volver a Él?

Oh Tierra, ¡vale más que te abras y me tragues! Aunque tenga la sensación que ya me he vuelto mero amor a Él, ¿será posible que eternidades puedan borrar mi pecado como si nunca lo hubiera cometido ante Él?

Oh santo Padre de hijos buenos, ¡esto no puede ni debe ser! Porque Tú, buen Padre, eres santo... ¿Cómo, entonces, podría pecar otra vez ante Ti, y de manera mucho peor?

Ya vale una vez para siempre si en mi ceguera en que no te podía reconocer he pecado ante Ti... ¡Pero de menuda categoría sería mi pecado si ahora que te he reconocido y me he vuelto consciente de ser un pecador, de nuevo me presentara ante tu santo Semblante!

¡Oh no, oh no! Oh santo Padre que eres tan sumamente bueno, ¿no vas a castigarme tan duramente?

Consta que habría merecido el castigo más severo... pero teniendo en cuenta lo mucho que ahora le amo –– de una manera que incluso en cada cabello siento amor a Él, como si en cada uno hubiera cien corazones, todos encendidos por amor, ¡esto debería compensar el castigo merecido, porque en este caso no haría sino seguir al impulso poderoso de mi corazón!

Por eso, aquí mismo, voy a llorar mi gran insensatez. Conforme sepa, nunca he servido en nada a la Tierra; de modo ahora por lo menos mis lágrimas remojen su suelo... ¿Quién sabe si no pudiera haber unas raíces que se podrían confortar con ellas? ¿A no ser que podrían morir por la dureza de las lágrimas de un gran pecador?

Pues sí, raíces puras, mi lágrima de arrepentimiento cargada de mi pecado no puede traerte bendición alguna porque procede del mar de mi culpa, con lo que sólo podrá ahogarte... ¡Por eso haré que mis lágrimas caigan sobre la arena seca, que quema, y no me levantaré antes de que se hayan agotado o que el Padre y Dios justo me haya mandado un mensajero con mi sentencia merecida!

Pues sí, en el lugar más remoto de la Tierra en el castigo del destierro eterno me encontraré mejor que aquí en este lugar sagrado donde siento demasiado mi indignidad...

Oh soledad discreta, ¿dónde puedo encontrarte para que en ti ––sin testigos de mi gran aflicción y sin ser compadecido–– pueda morirme por mi pecado, para siempre?

¡He aquí que acabo de dar en el blanco, porque la única forma de expiar mi pecado ante Dios es la muerte, la eterna inexistencia! Porque cuando el delincuente ha dejado de existir, con él también el pecado ha perdido su monta... De modo que para aquel que ya no existe, junto con él todo se acabó...

¿Pero qué, si ante Dios una aniquilación no existe –– qué entonces? ¿Podría Dios jamás olvidar algo?

Algo que permanece en la memoria eterna e indestructible de Dios, ¿acaso esto puede jamás desvanecerse?

Nosotros mismos, ¿acaso somos otra cosa que productos de su memoria incesante y proyectados en una existencia libre delante de su Semblante?

¿Pero quién podría jamás borrarse de esta memoria eternamente insondable de Dios?

Oh Dios, santo Padre... Sólo ahora veo la nulidad de todos los hombres y de todos los seres ante Ti, ¡porque únicamente Tú eres Todo!

Ahora también reconozco que los seres humanos ––los justos tanto como los pecadores–– todos somos impotentes ante Ti; pues, ¡Tú eres Todo!

Aquel que es justo ante Ti, oh santo Padre, ¿qué mérito tiene? ¡Ninguno, porque tu gran Misericordia es Todo!

Aquel que es un pecador ante Ti, ¿qué es? –– ¡Nada más que una nada miserable ante Ti! Pues, quiere presumir algo ante tu Semblante, sin tener en cuenta de que es una nada ante Ti...

Entonces, ¿qué diferencia hay entre un pecador y un justo? –– Ya lo veo: El pecador es un insensato porque se imagina y actúa como si representara algo ante Dios, por propio mérito; mientras que el justo reconoce su nulidad y que todo lo que figura es pura Misericordia de Dios, el santo Padre...

Esta es la Luz del justo, mientras que la noche del pecador es su gran ilusión.

Oh santo Padre, ¡ahora me queda claro que ante Ti no me puedo ocultar en ninguna parte, porque en toda parte Tú eres Todo!

¡Pero también me queda claro que tu Misericordia es infinita!

Oh, ¡no me guardes rencor en tu gran Santidad, sino en tu infinita ternura de Padre ten piedad de mí que no soy sino un pobre pecador ciego! En cuanto te parezca bien, actúa conmigo conforme a tu santa Voluntad... Y a mí, si te parece bien, ¡déjame que sea el más ínfimo entre todos aquellos a los que agraciaste con tu Misericordia! Oh santo Padre, ¡que se cumpla tu Voluntad! Amén».

A eso dejó de hablar y empezó a llorar en voz alta; y sus hermanos lloraron junto con él.

(gobd1.178.1-27)

Terhad lleno de amor

«Oh, Tú, nadie Te iguala, solo Tú eres el único Padre eterno y verdadero, eres Aquel en el que nunca me atreví a pensar; porque ya solo el Nombre resonaba en mí demasiado eternamente santo, pues eres el Creador todopoderoso del cielo y de la tierra, y, a menudo, me decía a mí mismo en secreto:

"¡Oh, santo Nombre, cuando pienso en Ti, todo mi ser se estremece en todos sus cimientos!

¡Oh, qué debe ser el infinitamente sublime portador de este santo Nombre en sí mismo, qué santidad, qué eterna e infinita Gloria debe abrazarlo, si Su Nombre ya me destruye y me siento como un gusano más miserable cuando se pronuncia, que, apenas visible, se arrastra afanosamente sobre el polvo muerto de la tierra!

Mira, mira Tú, a quien mis ojos son eternamente indignos de mirar, así de indigno fue también todo el tiempo mi corazón durante todas mis otras emergencias de vida verdaderamente grandes.

¡Pero, ¿qué debería pensar yo ahora, qué debería sentir y qué debería hablar, ya que estás ahora ante todos nosotros con la mayor sencillez, como si fueras un hermano para nosotros, mientras todo el cielo infinito arde en Ti con innumerables luces, mientras el sol irradia Tu Luz sobre la tierra y la luna se ciñe siempre de tu brillo y mientras todo el sagrado esplendor de la tierra es obra tuya?!

Sí, ¿qué debo decir frente a ti, oh Tú infinitamente bueno, santo Padre, cuando considero que en cada momento mantienes esta vida mía con Tu Voluntad omnipotente y que cada respiro es un regalo gratuito y maravilloso de Ti?

¡Oh, Tú, infinitamente santo, excelso y buen Padre, ahora por puro amor a Ti ya no sé qué hacer! Sí, es verdaderamente cierto —oh Dios, Padre, déjame expresarlo así como lo siento— sí, es verdaderamente cierto, no puedo soportarlo por amor en esta santísima Presencia Tuya.

Y, sin embargo, me es imposible apartar la mirada de Ti, santo y buen Padre.

Déjame amarte con todas mis fuerzas; sí, déjame amarte tan fuertemente que el fuego del amor por ti me consuma completamente y así yo muera completamente de amor por Ti, ¡oh Tú, mi Dios, mi Jehová, mi santo y buen Padre!

Padre, ya no puedo hablar; ¡Porque el amor por Ti se apodera de todo mi ser con demasiada fuerza! Sí, hasta me parece que mi propio cabello me susurra al oído: '¡Oh, ama, ama, ama al Padre porque te amó ya desde la eternidad antes que tú fueras! Él es el amor más puro y eterno en Sí mismo, y tu amor es Su amor, que aviva tu espíritu en tu corazón; por tanto, ama, ama, ama a Él, el Padre bueno y santo. ¡Ama a tu Dios, ama a tu Creador; porque Él es santo, santo, santo!'

Sí, incluso mi piel habla, y todos mis huesos y todas mis entrañas, y les oigo decir: '¡Dios, tu Padre, es una palabra viva en ti! Eres un pensamiento pronunciado de Aquel que está frente a ti; tú mismo eres con cabello, piel, huesos, entrañas, con corazón y sangre, con alma y espíritu, una palabra de la boca de Aquel que está delante de ti. ¡Ámalo, ámalo, Ámalo a Él; porque Él es tu todo, Él es tu vida, Él es tu luz, como la luz del infinito, Él es toda tu fuerza, todo lo que hablas!'

¡Oh, Padre, santo Padre, déjame amarte eternamente por mí; sí, deja que todos te amemos por siempre! Amado, alabado y adorado seas, oh santísimo Padre, y sé siempre y para siempre santificado en nuestro amor y muy honrado y alabado sea tu santísimo Nombre.

¡Oh santo Padre! Estoy ante ti como un pecador, ¡¿y te dejas amar por mí?! ¡Oh, qué infinitamente bueno debes ser para permitir ser amado incluso por un pecador!

Hermanos, caed conmigo todos a Sus santísimos Pies; porque mirad, mirad, ¡cuán infinitamente bueno es Él, el Santo Padre!

Padre, ¡perdóname por atreverme a amarte a pesar que soy un pecador; por tanto, ten piedad y compasión de mí y de todos nosotros!».

Aquí todos se postraron ante el Padre y lloraron de amor.

Pero el Padre se cubrió el rostro con la mano y se dijo a sí mismo:

“¡Oh tierra, qué me estás dando! ¡Ciertamente, que tus hijos sean Mis hijos! Te levantaré para que los soles y los ángeles se postren ante ti; y cuando alguna vez venga a ti, buscaré siempre a los pecadores y les tendré gran misericordia.

Oh Terhad, tu amor es grande; pero es por eso que debes recibir una misericordia igualmente grande de Mí, y es que ¡Me convertiré en un Pastor fiel para el pecador de la tierra!

Aquí el Señor guardó silencio y en secreto lloró por un gran amor y misericordia por los niñitos pobres.

(gobd2.265.1-22)